Turismo y turisme
València busca en las fallas la unión entre el valenciano y el atractivo turístico
València, y no Valencia. Así vuelve a escribirse el nombre oficial de la ciudad, en valenciano. Para Joan Ribó, nuevo alcalde de la Ciutat del Túria después de 24 años de gobierno de Rita Barberá, “no hay nada más normal que llamar en valenciano a la ciudad de València”, asegura.
Este cambio, aunque simbólico, viene acompañado de una revalorización de la lengua propia de la ciudad y la comunidad. Una postura que atañe a la educación, administración y a uno de los principales sustentos de la ciudad: el turismo. València es la quinta ciudad más visitada de España, con 1’87 millones de visitas en 2015, la mayoría de las cuales son de otras ciudades del Estado y Latinoamérica. Unido a una realidad en la que el valenciano, aunque conocido por la mayoría de los residentes, está en receso en uso cotidiano, es un problema según la formación recién llegada, Compromís.
Uno de los pilares del grupo valencianista es la promoción y normalización de la lengua propia, sin renunciar a la convivencia con el castellano y el incentivo del turismo. Por ello, buscan fórmulas compatibles; presentar el mismo idioma como un atractivo turístico.
Les falles i el valencià
El mayor reclamo turístico de la ciudad, Les Falles de València, tiene problemas con el valenciano. Toda falla lleva junto a sus ninots -muñecos-, y son 380 en el área metropolitana, unos carteles con pequeñas rimas, usualmente de sátira política o social, que complementan a las figuras. Aunque la Junta Central Fallera, principal órgano fallero, no especifica la obligatoriedad de escribir estos carteles en valenciano, sí lo establece como “idioma preferente”. Todos los monumentos, en general, siguen esta recomendación. Sin embargo, pocas son también las que no cometen castellanismos o faltas gramaticales. Ni la falla municipal se libra, que mostró este año un “Decalec valencia”, corregido tras las críticas a “Decàleg valencià”.
Los problemas lingüísticos de las fallas están vinculados, además, a un denominador común en otras discusiones lingüísticas; las Normes del Puig. Se trata de unas reglas ortográficas valencianas, elaboradas en 1979, que contra la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL), historiadores y universidades, sostienen que el valenciano es una lengua distinta del català. El auge de estas normas se da en una época con un contexto político y social marcado por las discusiones sobre la 'catalanización' del País Valencià. En contraposición con las Normes de Castelló de 1932, que diferencia al valenciano pero afirma la unidad de la lengua catalana, estas directrices mantienen que son marcos lingüísticos distintos, nacidas de forma independiente. En los 80, las fallas que seguían estas normas, con lo que la AVL señala como errores o castellanismos, eran numerosas. Sin embargo, a medida que nuevos artistas falleros aparecen y más gente ha estudiado valenciano, la situación se invierte. En las últimas fiestas sólo un grupo de la sección especial se declaró afín a estas.
Reclamo turístico
Así, Joan Ribó cree que la situación ha mejorado y seguirá por el buen camino. La AVL trabaja, con la colaboración del Ayuntamiento y la Junta Central Fallera, para que esto cambie. “Todos los aspectos culturales, donde están los lingüísticos, son aspectos a desarrollar de las Fallas. Creo que vamos a conseguir que poco a poco se vaya normalizando que se hable el valenciano correcto”, afirmaba el alcalde en una entrevista a público.es. Tanto él como su formación valencianista están convencidos de que para las últimas fallas de la legislatura, las de 2019, este tipo de errores serán un recuerdo. Es esta fiesta, que une el turismo y la cultura popular, donde el grupo quiere explotar la lengua como atractivo turístico.
Hace catorce años, la Generalitat de Catalunya y el Govern de les Illes Balears crearon, bajo convenio, el Institut Ramon Llull (IRL). Se trata de una institución pública con el objetivo de promover la cultura y legua propia de los territorios catalanoparlantes, es decir, Andorra, Catalunya, País Valencià e Illes Balears.
Si bien es un ente sin una posición política, sí la tiene respecto a la lengua, pues defiende la unidad de la lengua catalana. Por ello, el Govern de las Illes Balears ha solicitado su salida y posterior inclusión en dos ocasiones, coincidiendo ambas marchas con la victoria del Partido Popular, y ambas reentradas con la vuelta del Partit Socialista. El grupo conservador ve en la institución una herramienta para imponer “el catalán que se habla en Catalunya, no el que han aprendido nuestros padres y abuelos”, declaró el expresidente del Govern José Ramón Bauzá.
En el País Valencià el antiguo gobierno autonómico del Partit Popular de la Comunitat Valenciana (PPCV) y el actual del Partit Socialista del País Valencià (PSPV) no se incorporaron nunca a la institución pese a la insistencia de Compromís. En ningún caso se llegó a debatir en les Corts Valencianes. Es a raíz de este silencio que nace la Xarxa de Ciutats Valencianes Ramon Llull, una red de municipios adheridos al instituto creada por Morella, Sueca, Gandia y Vinaròs. Hoy figuran 37 municipios de las tres provincias.
La AVL, referencia de académicos e instituciones para normas léxicas y gramaticales del idioma autóctono, también ha colaborado con el IRL. Además de contribuciones puntuales, realizaron un convenio para mantener profesorado y clases de valenciano en universidades de Reino Unido, Italia y Francia. Estas dos cuestiones son un argumento más para Compromís, que ve en el rechazo expreso del PPCV una intención electoralista y en el silencio del PSPV, complicidad.